La Tierra se encuentra al borde la destrucción total y la frágil vida puede desaparecer de su superficie. Las distintas naciones que componen nuestro planeta nunca encuentran puntos comunes de entendimiento. Los órganos internacionales que pretenden unirlos en realidad son muchos, fraccionarios y tienen poco poder. Los medios de comunicación son cada vez más y más sensacionalistas. Las fuerzas del mal acechan por doquier…
Puede parecer un texto copiado de alguno de los noticieros de actualidad, pero se trata de la paranoia colectiva que imperaba en los años cincuenta. Nuestra querida humanidad no ha cambiado mucho en más de medio siglo.
Ahondemos un poco en la situación de Estados Unidos en aquella época. Estamos a seis años del fin de la Segunda Guerra Mundial, en la que pensaban que habían quedado como salvadores de la humanidad al coste de haber destapado la caja de Pandora con su expeditiva actuación sobre el suelo, el agua, el cielo y las almas de Japón. Las relaciones con sus otrora aliada comunista se iban enfriando glacialmente en forma de guerra de pasillos encubierta. La amenaza roja se extendía por el otro lado del globo y las mismas fuerzas atómicas que habían desplegado con superioridad y desprecio pendían ahora sobre sus cabezas. McCarthy les dijo que cualquiera podía ser un pérfido comunista enemigo de su patria, y para colmo de males alguien introdujo una tercera fuerza en liza cuando en 1947 se le ocurrió afirmar haber visto objetos en el cielo que volaban igual que si fuesen platillos rebotando sobre la superficie de un pantano. Las ondas se extendieron por el agua salpicando a los medios de comunicación y las artes de masas, haciendo que la histeria se apoderase de los descendientes de aquellos que habían huido al Nuevo Mundo buscando libertad de credo y de pensamiento.
En ese contexto se rueda “Ultimátum a la Tierra”, una fábula moralizante sobre lo buena que es la gente y lo malos que son los políticos y los militares.
La cinta está dirigida por Robert Wise, un auténtico artesano todo terreno del cine. Seguro que si tienes ojos has visto alguna película suya. Entre su filmografía tenemos “West Side Story” (1961), la primera versión de “La Guarida” (“The Haunting”, 1963), “Sonrisas y Lágrimas” (“The Sound of Music”, 1965), “La Amenaza de Andrómeda” (“The Andrómeda Stain”, 1971) o “Star Trek: La Película” (“Star Trek: The Motion Picture”, 1979), por citar las más conocidas. Esta mezcla nos puede hacer pensar en un director impersonal, que acepta cualquier trabajo, pero hace falta ser muy buen director para dirigir dos de los mejores musicales de la historia del cine y conferir ese aura de superproducción calculada que hasta las superproducciones de ciencia ficción necesitan. Este nominado montador de “Ciudadano Kane” ganó dos veces el Oscar al mejor director y entra dentro de la leyenda negra del gafe festival de San Sebastián.
El guión es una auténtica delicia, sobre todo si lo miras con los escépticos ojos de este siglo XXI. Es básicamente una película de diálogos, gestos y miradas. El rol de Klaatu estaba pensado originariamente para Claude Rains, el gendarme amigo de Bogart, pero su cambio por el anguloso rostro de Michael Rennie nos dejó cómplices sonrisas socarronas al espectador, pobrecitos humanos. Los diálogos plagados de tópicos, como que el visitante pudiera ser que viniese como amigo o las preguntas del periodista a la gente sobre cuanto miedo tienen, nos harán pensar y sentirnos identificados.
Nos habla del poder del átomo, de la guerra, de los medios de comunicación, de la política, de la ciencia, del amor,… aunque en mi opinión el mensaje final queda un poco fascistoide. Si te lo imaginas dado por George Bush creo que entenderás a lo que me refiero. Ahora que va a haber un remake me pregunto que hubiera hecho Verhoeven con esta premisa si ya nos la metió doblada en “Starship Troopers” o “Robocop”.
Tiene el guiño a los grandes consumidores de Ciencia Ficción, haciendo que el que muestra el mundo al extraterrestre y el que descubre el pastel sea un niño. Recurso que dos años más tarde explotaría Cameron Menzies en sus “Invasores de Marte”(“Invaders from Mars”, 1953). Y también tenemos el despliegue militar y las persecuciones en Jeep, que después tendríamos con los militares haciendo de buenos en “La Humanidad en Peligro” (“Them”, 1954).
Los efectos especiales son del tipo funcional de las películas en blanco y negro, donde las sobreimpresiones son más sencillas, pero muy bien hechos. Las pinturas mate del día en cuestión son realmente buenas, las tomas del aterrizaje del OVNI creíbles, y personalmente me quedo con la magnífica recreación del platillo volante (tapaban las grietas con masilla entre toma y toma para que la rampa saliese de la nada) y el diseño de otro de los iconos del cine de ciencia ficción: Gort. Un gigantesco robot plateado de casi tres metros (aunque podemos comprobar que no es tanto) que como casi todos los gigantes del cine no estaba interpretado por un actor profesional, sino por uno de los acomodadores del teatro chino Graumann de Los Ángeles. Entre tanto despliegue de medios por hacer la historia creíble sólo me ha saltado a la vista un pequeño fallo: ella mira que hora es y su reloj está en hora.
La banda sonora es la típica de este tipo de producciones, con sus acordes de suspense y sus sonidos electrónicos porque lo cosa trata del espacio y cosas del futuro. Pero en cuanto a los sonidos electrónicos hay que destacar que esta cinta es famosa porque para su ejecución se utilizó un Theremín, también llamado Eterófono, uno de los primeros instrumentos electrónicos de la historia (y de los más raros que existen, a mi entender).
Para terminar, no me puedo resistir a copiaros un fragmento de diálogo que seguramente en 1951 iba por otros derroteros, pero que en los sanos 2000 adquiere otros matices:
- - Y los pulmones como los nuestros. Eso quiere decir una atmósfera similar y una presión similar. ¿Qué edad le calcula usted?
- - Yo diría que unos 35 a 38
- - Él me lo dijo esta mañana mientras le examinaba: 78.
- - No lo puedo creer
- - Dice que el promedio de su vida son 130
- - ¿Cómo explica él eso?
- - Dice que su medicina está mucho más adelantada
Entonces saca una cajetilla de tabaco, le da uno a su contertulio, y se los fuman…
Y para los habitantes de La Línea de la Concepción, cerca de Gibraltar en España, os conviene recordar por si alguna vez os resultara necesario:
¡Gort! ¡Klaatu barada nikto!
¡¡¡KLAATU BARADA NIKTO!!!
Fdo: Phibes
